El Nautilus

3 months since my last visit. I had an accident, but as soon as I could I went to see El Nautilus, a Phytolacca dioica, a huge evergreen tree also called Ombú or Umbu, which in my native language would be Buena Persona.

I visited it quite often. The light filtering through its corolla caressed my face, my shadow was projected on its trunk while reading. It was a solitary tree occupying a huge space at the entrance to a park. Its robust roots had nowhere else to go, a space too small for him, but still strong there, near the metro station and the road. Children climbed its roots every day and for readers it had special places to sit.

In recent years, since the pandemic, I have seen it abandoned several times and covered in dog urine, although dogs are not allowed in the park and no stray dogs walk the streets of this town. I have no idea why it was cut down and I have not seen any news about it, although Nautilus was probably one of the longest-lived inhabitants of the neighborhood. The park and the subway seem built on top of it. A giant used for decoration, much more imposing than the architecture or technology that surrounds it.

The drought spoils the life of the trees, which are at the mercy of a possible occasional rain, even in a big city. In 3 months, more than 10 large trees have fallen, just in the vicinity and the hills are becoming bald because neither the pines nor the cedars can withstand the summer heat without help.

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SP:

3 meses desde mi última visita. Tuve un accidente, pero en cuanto pude fui a ver El Nautilus, un Phytolacca dioica, un enorme árbol perenne también llamado ombú o umbu, que en mi idioma materno sería Buena Persona.

Su majestuosa presencia de bellaombra me hizo pensar que siempre estaría allí, pero hoy le faltan la corola y el tronco, sólo quedan las raíces, parece decapitado. El árbol más robusto fue talado. Los Ombúes fueron introducidos en Barcelona en 1929. El Nautilus era antiguo, calmante y extremadamente bello.

Solía visitarle bastante a menudo. La luz que se filtraba a través de su corola me acariciaba la cara, mi sombra se proiectaba encima de su tronco mientras leía. Era un árbol solitario que ocupaba un espacio enorme en la entrada de un parque. Sus raíces robustas no tenían otro lugar a donde ir, un espacio demasiado pequeño para él, pero aún así fuerte allí, cerca de la estación de metro y la carretera. Los niños solían trepar por sus raíces todos los días y para los lectores tenía lugares especiales para sentarse.

En los últimos años, desde la pandemia lo he visto abandonado varias veces y lleno de pis de perro, aunque no se permiten perros en el parque y ningún perro callejero pasea por las calles de este pueblo. No tengo idea de por qué fuer talado y no vi noticias al respecto, aunque Nautilus era probablemente uno de los habitantes más longevos del barrio. El parque y el metro parecen construidos encima de él. Un gigante usado para decoración, mucho más imponente que la arquitectura o la tecnología que lo rodea.

La sequía estropea la vida de los árboles, que se quedan a merced de una posible lluvia ocasional, incluso en una gran ciudad. En 3 meses han caído más de 10 árboles grandes, solo en las inmediaciones y las colinas se están quedando calvas porque ni los pinos ni los cedros resisten sin ayuda el calor del verano. El mantenimiento de los espacios verdes y de los árboles supone algo esencial para los habitantes de la ciudad: el aire fresco y la sombra son oro puro en una zona urbana cimentada.

¿Cuántos años se necesitarán para rehacer algo que fue destruido tan fácil y sin sentido?

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